El bulldog inglés es un perro con una elevada inserción en la sociedad y que tiene un aspecto gracioso y muy amigable. No se sabe exactamente cuál es el origen de este perro, pero todo apunta que su procedencia se remonta al antiguo Alana, una raza concebida para apresar bueyes y cazar jabalíes. En 1840 se cruzó la raza con un can más pequeño, que dio lugar a ejemplares más dóciles y tranquilos.
El bulldog es pequeño, aunque robusto y musculoso, llegando a los 30 o 40 centímetros de altura. El peso de los machos oscila entre los 23 y los 25 quilos y las hembras alcanzan entre los 18 y los 23. Su cabeza es grande, ancha y redonda y su cara es arrugada, con un hocico corto y una nariz negra y ancha. Sus ojos están muy separados y son medianos, oscuros y redondos, que dan una expresión de cierta tristeza. Sus orejas también son pequeñas, delgadas y de implantación alta. La cola, por su parte, es recta o en ganchillo, nunca rizada, y de porte bajo. Su pelaje es corto, liso y suave, y puede ser de color blanco, atigrado, castaño rojizo y castaño claro.
El bulldog inglés es un perro que parece feroz, pero en realidad tiene un carácter afectivo y dócil. Es noble, tranquilo y tiende a ser muy paciente y bueno con los niños. Aun así, tiene cierta naturaleza de vigilante y se muestra desconfiado con los extraños. Los cuidados para el bulldog inglés no son excesivos, ya que su pelaje solamente requiere un cepillado ocasional y baños cuando sean necesarios. Se le deben limpiar las arrugas, las orejas y los ojos con frecuencia. Es un perro susceptible a temperaturas extremas y no es muy resistente al calor, ya que puede tener problemas respiratorios en climas cálidos. Es propenso a infecciones de la piel, problemas de la vista y respiratorios. Además, su elevada masa corporal y su dificultad para respirar hace que a menudo tienda a roncar.