El dolor no es exclusivo de las personas. Las mascotas también pueden experimentarlo, siendo una señal de que pueden tener alguna patología o lesión, entre otras posibilidades. En el caso de los animales, el dolor puede ser más difícil de reconocer porque, evidentemente, no hablan y tampoco lloran como pueden hacer las personas cuando tienen dolores. Pero, en las mascotas, hay una serie de señales que conviene conocer y a las que hay que prestar atención para saber si el animal de compañía presenta un dolor agudo (es intenso y aparece de repente) o bien crónico (se prolonga en el tiempo y varía su intensidad).
Las señales
Para saber si la mascota tiene algún dolor es importante conocer ocho señales, que pueden alertar, aunque no siempre se experimentan al mismo tiempo. Además, en algunos casos se aprecian con más o menos intensidad en función de si se tiene un perro o un gato.
Siempre el principal indicativo es el cambio en su comportamiento para ver si varía en relación a sus hábitos y rutinas frecuentes. Pero no es el único. También se debe atender a aquellas situaciones en las que se observa que el perro o el gato cambia su actividad sin que haya una razón o motivo aparente, apreciándose a su vez que disminuye todo lo que hace y su tolerancia al ejercicio.
Otro de las señales claras es observar que la mascota empieza a tener problemas para, por ejemplo, levantarse, subir o bajar escaleras, caminar o saltar. Un indicio mucho más claro es cuando se aprecian cambios en su postura o que, por ejemplo, cojea porque puede tener algún dolor localizado que le impida la movilidad con normalidad.
Además, empieza a tener una conducta más reservada porque se aparta e, incluso, se esconde. La apatía es otro indicio inequívoco de que el perro tiene algún tipo de dolor, así como la pérdida de apetito, aunque en este caso tiene que ir acompañado de otros síntomas por la desgana o falta de interés por la comida por sí sola no se asocia solo con dolores.
Las otras señales están relacionadas con la falta o disminución del aseo personal –lo que se nota mucho más en los gatos-, y con las modificaciones en los hábitos de micción y de defecación.
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