El hipertiroidismo felino es una de las enfermedades más comunes en los gatos. Su aparición se debe a un problema en el tiroides por la excesiva producción y secreción de las hormonas T3 y T4 que, a su vez, es posible que se genere por la aparición de algún tumor o adenoma. Muchas veces es una patología difícil de detectar, pero que sí presenta síntomas ante los que hay que estar alertos para poner el tratamiento y que el gato se encuentre mejor.
Síntomas
Una de las principales señales de alerta de que el gato puede tener hipertiroidismo felino es que adelgace notablemente, además de presentar hiperactividad y vómitos y diarrea que se han hecho crónicos o que las tiene con bastante frecuencia. También se nota que el gato está como más nervioso como si tuviera taquicardia.
En menor medida y de una manera menos habitual pueden presentarse otros síntomas como temblores, debilidad muscular, anorexia y depresión.
Tratamiento
Para prescribir el tratamiento a seguir es importante que el veterinario lo estudie para comprobar realmente que se trata de esta enfermedad. En función de su nivel, le puede recetar fármacos antitiroideos con los que se consigue mejorar el estado del gato, aunque en ocasiones puede ser necesario hacer tratamientos con iodo radiactivo –aunque en España no es común está práctica porque requiere de una gran especialización y no está disponible en todos los centros veterinarios-, o bien hacer una intervención quirúrgica en el tiroides.
Los tratamientos, normalmente, se tienen que administrar durante toda la vida del gato porque no son curativos. La dosis a tomar y la composición del fármaco –lo más habitual es el metimazol y el propiltiouracil-, la debe indicar el veterinario.
A veces, tras una intervención quirúrgica también puede ser necesario que el gato siga tomando fármacos para regular la función tiroidea y que se encuentre mucho mejor y, poco a poco, vaya volviendo su organismo a la normalidad.