Esperando el autobús, en un paso de peatones, en el metro en hora punta… son muchos los lugares en los que podemos ver cómo trabaja un perro guía ayudando a su amo a superar obstáculos, a cruzar cuando no hay peligro a, en definitiva, ser los ojos que aquellos que no pueden ver.
Esta capacidad, que resulta sorprendente e incluso a veces increíble, es fruto de un esmerado entrenamiento que los capacita para ser perros guía.
No todos los perros se pueden utilizar como perros guía, no sólo por su carácter, que debe ser sociable tanto con los hombres como con los otros animales, sino también porque deben tener un alto grado de inteligencia y un tamaño aproximado en torno a los 55 centímetros.
Las razas más utilizadas para esta función son el Pastor Alemán, el Labrador Retriever y Golden Retriever. Es en torno a los doce meses cuando el perro debe comenzar su entrenamiento, que durará unos cuatro meses y mediante el cual aprenderá a obedecer órdenes y desobedecerlas cuando sea necesario para proteger la integridad física de su amo. Lo primero que aprenderá es a acostumbrase al arnés, que es indispensable para su trabajo y además lo distingue del resto de los perros, aparte de ser la herramienta mediante la cual el invidente siente los movimientos que hace el perro. Después aprenderá a esquivar obstáculos, observar si se puede cruzar la calle e incluso evitar obstáculos colgantes que, aunque a él no le afecten sí pueden dañar a la persona que lo acompaña.
El entrenamiento continúa enseñando al perro a subir a los transportes públicos, buscar algún lugar vacío para su amo y permanecer quieto, así como a comportarse en lugares públicos como restaurantes o tiendas. Finalmente, el instructor se vendará los ojos y se dejará guiar por el perro, prueba que será la que determine si el perro es apto para desempeñar las funciones de perro-guía.