El estrés no es propio de las personas. Las mascotas también pueden experimentarlo por más que vivan en el hogar y estén bien cuidadas. Es el caso del gato, que es un animal de compañía en el que el estrés está relacionado sobre todo con el entorno que les rodea y las situaciones que pueden producirse en él porque son mascotas muy sensibles a los cambios. A veces, no siempre es fácil de reconocer porque sus síntomas son similares a los de algunas enfermedades u otras afecciones. Pero aquí contamos las cuatro señales ineludibles de que tu gato tiene estrés.
Las señales
Los gatos manifiestan el estrés a través de varias señales que deben servir de alerta para detectar la situación y tratar de poner las medidas necesarias cuando se observe alguno de los síntomas de los que vamos a hablar a continuación.
El primero de ellos es notar en el gato un aumento de la agresividad y la ansiedad que se percibe porque el minino bufa, araña, muerde y tiene el pelo del lomo más erizado de lo habitual.
Además, también se observa que no tiene ganas de relacionarse con las personas o que, incluso, tiene una conducta de autoagresión que lleva a cabo lamiéndose de manera excesiva.
La pérdida de apetito es otra de las señales que alertan de que el gato tiene estrés. No obstante, igualmente, este estado de máximo nerviosismo se manifiesta en el minino comiendo de forma compulsiva y no tolerando la comida, lo que hace que vomite.
El estrés en el gato se constata a su vez con la aparición de algunas enfermedades, ya que en estos momentos de ansiedad se liberan hormonas que interfieren en su sistema inmunológico, lo que facilita que adquiera patologías autoinmunes.
El gato igualmente puede tener estrés porque tiene el sentimiento de haber perdido el control sobre su territorio, lo que le llevará a que lo marque. Esto lo hace arañando zonas visibles de la casa para tratar de conquistar lo que cree que es suyo para cubrir sus necesidades más allá del arenero.
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