Los ojos de los gatos son siempre muy llamativos por su color y forma. A pesar de su gran belleza no están exentos de padecer enfermedades o bien algunas patologías más leves como es el caso de la conjuntivitis. Un problema que no siempre está relacionado con una infección, sino que a veces se produce en el minino como reacción a algún producto u objeto de reducidas dimensiones que le ha entrado en el ojo. Sea cual sea la causa, ¿cómo se puede reconocer la conjuntivitis en el gato? Aquí damos algunas pautas.
La conjuntivitis
La conjuntivitis en el gato se produce por una inflamación de la membrana ocular. Esto hace que el ojo e, incluso, la parte inferior de los párpados, se enrojezca. No obstante, también puede afectar al tercer párpado, que es el que está situado en los alrededores de la córnea.
Lo más fácil para identificar la conjuntivitis es observar los ojos del gato con frecuencia con el fin de acudir al veterinario lo antes posible para que prescriba el tratamiento más adecuado en función de la causa que la ha originado.
Entre los síntomas a los que hay que prestar especial atención están los parpadeos con mucha frecuencia porque el gato no puede soportar el picor, así como el enrojecimiento de los ojos.
Es posible que también se aprecie en el gato un flujo de color amarillo-verdoso, que suele ser más habitual cuando la conjuntivitis está producida por una infección. Otras señales son los párpados hinchados y los ojos llorosos.
Posibles causas
La consulta al veterinario es clave porque la conjuntivitis puede aparecer por otra enfermedad que tenga el gato o bien porque se ha producido un debilitamiento de su sistema inmunitario. Especialmente preocupante es si la conjuntivitis aparece junto con un cuadro de fiebre y diarrea porque podría tener el virus de la inmunodeficiencia felina.
Otras causas que explican la conjuntivitis son las alergias; la presencia de irritantes como la entrada en el ojo de polvo o de algún producto como champú; la entrada de cuerpos extraños como un poco de hierba o un pelo que ha quedado atrapado o los ojos secos por no producirse suficientes lágrimas para lubricar el ojo, entre otras.
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