Suricatas, los vigilantes del desierto


En un ambiente tan hostil como es el desierto, parece imposible que exista la vida. Sin embargo, diversas especies se han adaptado a vivir y prosperar en estas zonas, ingeniándoselas para sobrevivir a pesar de la escasez de alimentos y las duras condiciones climatológicas. Una de estas especies son los suricatas, habitantes del desierto del Kalahari que a la mayoría de nosotros nos resultan conocidos por su posición de vigilancia, de pie sobre sus patas traseras, tanto para encontrar alimento como para evitar ser capturadas por sus depredadores.

Los suricatas se caracterizan por tener un carácter inquieto y nervioso que les lleva a estar continuamente en movimiento. Son animales tímidos, inteligentes y sociables, que llegan a vivir en grupos de al menos veinte individuos. Para buscar alimento se desplazan todos juntos y también se refugian todos en madrigueras comunes. Cuando los adultos cazan, los cachorros se quedan cerca de la madriguera al cuidado de dos o tres adultos supervisores. De ese modo, el resto de la manada puede salir a buscar comida con tranquilidad.

Estos animales habitan en zonas bastante áridas, secas y con poca vegetación, donde excavan sus madrigueras. Se alimentan de escarabajos, grillos, larvas, escorpiones, arañas o termitas a los que localizan con su fino olfato. Una vez localizados, utilizan sus fuertes garras para cavar agujeros y así poder devorar sus presas. Son unos excavadores incansables, tanto que se ha contabilizado que, en doce horas, son capaces de excavar más de 400 hoyos en la tierra en busca de comida.

Una de las características más llamativas de esta especie son sus avisos en caso de peligro. Su repertorio de sonidos es muy amplio, ya que se los escucha gemir, chillar e incluso ladrar, avisando al resto de la comunidad del peligro, lo que les ayuda a todos a ponerse a salvo en la madriguera hasta que pase el peligro.

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