Parece casi una leyenda urbana, pero no lo es. La realidad es que los gatos, independientemente de cuál sea la posición en la que caen, siempre terminan aterrizando en el suelo de pie. Esto no quiere decir que los gatos sean inmunes a las caídas, ya que, como cualquier otro ser vivo, si caen desde un gran distancia, sufrirán lesiones que les pueden provocar secuelas de por vida o incluso la muerte. Pero es indudable que esta facultad de los gatos es una gran ventaja a la hora de caídas desde poca distancia.
La razón de que los gatos puedan hacer esto es que poseen 40 huesos más que el hombre, repartidos sobre todo entre la columna vertebral y la cola, lo que les proporciona una gran flexibilidad, que se ve aumentada porque los discos invertebrales, las almohadillas que tienen los mamíferos entre las vértebras son mucho más gruesas que las de los seres humanos y pueden girarse y contraerse hasta límites casi inverosímiles.
Además, su torso es muy estrecho, por lo que pueden mantener las patas delanteras muy juntas y su cola les sirve para mantener el equilibro. Todo esto hace que el gato lo tenga bastante fácil a la hora de mantener el equilibrio si cae.
Pero si todos estos mecanismos fallan se pone en marcha uno que es exclusivo de los gatos, y consiste en que, cuando el gato pierde el equilibrio, el líquido del oído interno, el que regula el equilibro en los mamíferos, se mueve, con lo que, mientras el gato cae, sabe en todo momento en qué posición está, pudiendo controlarla para caer de pie. Una vez en el suelo, sólo tienen que sacudir la cabeza para que el líquido vuelva a su postura original. Seguramente muchas veces habrás visto hacerlo a tu gato después de dar un gran salto, y continuar caminando tranquilamente como si nunca hubiera despegado las patas del suelo.
este bideovloj hes una mierda, pinches chamacos