Narval, el unicornio de los mares


Si existe una especie que nos recuerde a un animal mitológico esa es, sin duda, el narval, cuyo único colmillo, largo y retorcido, nos recuerda inevitablemente al de los unicornios. Sin embargo, poco tiene que ver el narval con los caballos fantásticos, ya que se trata de un cetáceo que pertenece a la familia de las ballenas y que habita los mares del Ártico y el norte del Océano Atlántico. Se trata del único representante del género Monodon y, junto con la ballena beluga, conforma la familia Monodontidae.

El narval tiene un color gris moteado y el vientre de color blanco. No tienen aleta dorsal, sino que esta, a través de la evolución, ha sido sustituida por una pequeña cresta. Los machos miden unos 5,5 metros y pesan alrededor de 1600 kg, mientras las hembras miden 4 m y pesan 1.000 kg. La característica más representativa de este animal es el colmillo retorcido al que nos hemos referido anteriormente, colmillo que presentan los machos en su parte delantera y que puede llegar a medir hasta tres metros.

Esta especie puede vivir una media de sesenta años en estado salvaje, aunque se han encontrado especies que han llegado a superar los 110. Sin embargo, en cautividad, rara vez han superado los cuatro meses de vida.

Su dieta se basa en peces y crustáceos del fondo marino, así como pulpos y calamares. Para cazar, puede descender hasta profundidades de más de 800 metros y permanecer sumergido más de treinta minutos.

Al igual que la ballena beluga o los delfines, el narval también utiliza la ecolocalización para encontrar a sus presas en el fondo marino y se comunica con sus congéneres a través de ultrasonidos.

Suelen vivir en grupos pequeños, entre dos y doce individuos, pero durante la migración se juntan en grupos más numerosos.

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