Si observar una ballena siempre es un espectáculo, contemplar una ballena beluga nos ofrece además la oportunidad de disfrutar de la simpatía de este cetáceo, que parece tener una sonrisa permanentemente dibujada en su cara y, en cierto modo, nos recuerda a un delfín grande y de color blanco aunque con la cabeza más abultada.
La ballena beluga es la única que tiene la piel de color blanco, a diferencia del resto de los demás miembros de su especie, que la tienen oscura. Curiosamente, cuando nacen, estas ballenas son de color marrón oscuro o gris azulado y no es hasta el momento en el que alcanzan la edad adulta cuando adquieren ese color blanco tan característico.
Se caracterizan por tener una gran cabeza, algo abultada, como hemos dicho. Este abultamiento, formado por tejido graso, se denomina melón y es común a la gran mayoría de ballenas dentadas. La peculiaridad de esta ballena es que puede cambiar la forma de dicho abultamiento insuflando aire a través de los senos de su cabeza.
Por otra parte, si nos fijamos, nos daremos cuenta de que la beluga es uno de los pocos cetáceos que puede mover su cabeza de lado a lado, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con las orcas y los delfines. Esto se debe a que las vértebras del cuello no están fusionadas entre sí, permitiendo más movilidad al animal.
El hábitat de este animal se extiende por las costas de Canadá, Groenlandia, Rusia y Alaska, aunque algunas han sido vistas también más al sur, a la altura de Quebec. Se alimentan de crustáceos y peces, y pueden llegar a devorar hasta quince kilos de pescado diario. Para cazar y para alimentarse utiliza un sistema de ecolocalización, similar al de los delfines, que, mediante ultrasonidos, permite a la ballena, cazar y desplazarse incluso en la más absoluta oscuridad.
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