Scottish terrier, el pequeño gruñón


El Scottish Terrier es un perro de origen escocés (de ahí su nombre) que apareció en el 1700 como resultado del cruce entre el Aberdeen Terrier y otros perros de patas cortas. Debido a este cruce pronto fue conocido y apreciado por su robustez y su fuerza de carácter, características que le han hecho popular en todo el mundo.

Se trata de un perro pequeño muy resistente con un cuerpo muy musculado, cuya altura no suele sobrepasar los 25 centímetros y su peso gira en torno a los diez kilos. Su pelaje es muy denso y compacto y se puede encontrar en tres colores: negro, trigo o jaspeado.

A pesar de que tiene fama de gruñón, se trata de un perro cariñoso y juguetón con las personas con las que convive habitualmente, pero como son muy desconfiados, suelen ladrar mucho a las personas que no conocen y suele refunfuñar a los desconocidos, razón por la que se ha ganado esa fama.

Cuando lo eduquemos deberemos tener cuidado, ya que es un perro muy sensible y le afectan mucho tanto los reproches como las alabanzas. Cuando es cachorro debemos tener paciencia con él, ya que parece que incumple nuestras normas por el mero gusto de hacerlo. Son también muy tercos, y a veces cuesta mucho que cambien un comportamiento, aunque si tenemos un poco de paciencia y no le gritamos, el perro poco a poco irá adaptando sus costumbres a las nuestras.

Es un perro que tradicionalmente te ha empleado para cazar nutrias, conejos y tejones en su madriguera, lo que hace de él un excavador nato, hábito que puede presentar un problema si tenemos jardín. También se encontrará a gusto en un puso, ya que es un perro que, sobre todo ama la comodidad.