Pocas especies son tan perseguidas por su aspecto como el animal del que nos ocupamos, el Aye-Aye. Originario de Madagascar, los nativos de esta zona lo consideran un animal demoníaco, lo que le ha llevado al borde de la extinción. Esta creencia se debe a la especial forma de la mano del Aye-Aye, en la que el tercer dedo se ha alargado casi grotescamente hasta convertirse en una herramienta que le permite alimentarse.
Esto confiere un aspecto bastante peculiar a su extremidad, que lleva a los nativos a creer que, si son señalados por el tercer dedo del animal, su destino será una muerte inminente y horrible. Aunque el Gobierno de Madagascar lucha contra esta creencia, actualmente quedan tan sólo unos 2.000 individuos de esta especie.
Sin embargo, aunque su aspecto sea bastante curioso y nos recuerde vagamente a los gremlins, se trata de un animal pacífico e inofensivo, emparentado con los lémures, con quienes comparte hábitat en la isla.
Su nombre científico es chiromyiforme madagascariensis, y, para dar mayor pábulo a la leyenda, sus ojos tienen una tonalidad amarillenta, y su cuerpo está cubierto de pelaje negro, excepto en el rostro, donde adopta un color blanquecino. Se mueve con rapidez de un árbol a otro, donde vive y es un gran saltador.
Su dieta la componen las larvas de insectos que se ocultan bajo la corteza de los árboles. Para localizarlas, el Aye-aye golpea los troncos y cuando nota un hueco, retira la corteza y utiliza su desarrollado tercer dedo para sacar la larva del tronco y alimentarse con ella. La complementa con hojas y frutos. Para comer estos últimos también se sirve de su dedo, ya que aparta la cáscara y después utiliza el dedo como si fuera una cuchara para comerse la pulpa.