A pesar de su nombre, esta raza no es y nunca ha sido un terrier de trabajo que persiguiera animales en la superficie. Los primeros occidentales recordaban a estso perros, pero su nombre tibetano es dhoki apso, que podría traducirse como “el perro guardián de pelo largo”.
Tradicionalmente habitaban en los monasterios como compañeros y perros guardines de los monjes; ambos papeles los siguen cumpliendo fielmente hoy en día. Se creía que estos perros daban buena suerte y se entregaban como regalos o tributos, lo que acabó provocando que la raza llegara a occidente.
La doctora Greig, que trabajaba en la India en la década de 1930, recibió unos cachorros de un paciente agradecido, y así estableció el primer club canino occidental de estos perros en Gran Bretaña.
Suelen pesar entre los 8 y los 14 kg, alcanzan una altura es de 36 a 41 cm a la cruz, tienen un cuerpo fuerte y compacto, pies grandes y redondos escondidos bajo el abundante pelo de color variable, orejas en forma de V y doble capa de pelo, ondulada o lisa. Aunque amables, afectuosos y sorprendentemente vivaces, los terrier tibetanos nunca han llegado a ser tan populares como sus parientes más pequeños, los lhasa apso.
El único y acusado problema del carácter de esta raza es su ansiedad ante la separación: sufren mucho más que otras razas y se vuelven ruidosos e incluso destructivos si se los deja solos durante mucho tiempo. Aunque sus quejidos y ladridos se pueden llegar a controlar con un buen adiestramiento, los aullidos son más difíciles de eliminar; es algo que tendremos que tener en cuenta antes de decidirnos por esta raza.