Los caballos, como cualquier otra mascota y animal, también se ven afectados por enfermedades. Cuando se tiene uno o varios es importante velar por su salud y saber detectar cuándo está enfermo, además de tratar el problema con la ayuda del veterinario. Dentro de las enfermedades que les afectan está el cólico equino, que es una de las más comunes.
Cómo detectar el cólico equino
El cólico equino es muchas veces difícil de detectar porque puede responder a muchas causas y presentar diversos síntomas en función de cuál sea su origen. A veces, incluso, es un conjunto de factores el que lo desencadena. Con independencia de cuál sea la causa, en general, siempre el caballo sentirá un dolor espasmódico en el abdomen.
Este síntoma es complicado de detectar a simple vista, pero también hay otros indicios que pueden alertar de que se está frente a un cólico equino. Uno de ellos es que el caballo estará más nervioso de lo habitual y realizará movimientos de forma incontrolada, llegando incluso a autolesionarse.
Además, es posible que haya un exceso de sudoración y que se produzcan episodios de estreñimiento o bien de diarrea. También es habitual que el caballo esté deshidratado.
Qué hacer
Ante estos síntomas, hay una serie de pasos que se deben seguir mientras llega el veterinario y se prescribe el tratamiento específico. Estas pautas, a veces, son también complementarias a los medicamentos.Por ejemplo, hasta que mejore, el caballo debe alimentarse poco durante ese día y hasta que se note que va mejorando con el fin de evitar que se produzcan alteraciones digestivas.
Durante este tiempo, es importante que el caballo coma forrajes de máxima calidad. En realidad, esto es un factor que es clave siempre, pero máxime en estas situaciones en las que hay que velar por la recuperación de su salud.
También se debe dejar siempre agua cerca del caballo para que vaya bebiendo despacio, pero con frecuencia para evitar la deshidratación. Y, durante unos días, tendrá que hacer ejercicio suave.
Tratamiento
Para tratar el cólico equino, lo más habitual es que el veterinario prescriba un fármaco para aliviar el dolor e, incluso, antibióticos si se sospecha que puede haber microorganismos o una infección.
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