La leishmaniosis canina es una enfermedad muy extendida por nuestro país, sobre todo en algunas zonas. Se la conoce también como la enfermedad del mosquito, porque es transmitida por un mosquito denominado Phlebotumus que haya sido infectado por un parásito denominado Leihsmania, el auténtico causante de la dolencia. Esto hace que el perro sólo pueda contraer la enfermedad cuando es picado por este mosquito, y que ésta nos se transmita por contacto directo con un animal enfermo.
Los mosquitos están más activos al amanecer y al anochecer, que es cuando más activos están. Por ello, si vivimos en una zona endémica de este mosquito, debemos tratar de no sacar a la calle a nuestras mascotas en estos dos momentos del día.
El periodo de incubación de la enfermedad varía según el animal, ya que en él juega un papel muy importante su sistema inmunitario y dependiendo de ello la enfermedad puede tardar meses e incluso años en manifestarse.
Los síntomas que presentan los perros aquejados de esta enfermedad son:
– Pérdida de peso y depresión.
– Aparición de zonas en la piel en la que no presenta pelo, sobre todo en la cara y en las extremidades anteriores.
– Hemorragias nasales.
– Fiebre que no remite.
– Diarreas crónicas
– Inflamación ocular.
La gravedad de la enfermedad depende de los órganos afectados. Si no están interesados ni el hígado ni el riñón, el pronóstico es favorable y el perro sólo debe someterse a un tratamiento para tener la enfermedad controlada.
La leishmaniosis puede ser contraída tanto por los seres humanos como por los gatos, aunque en el caso de los seres humanos suele darse sólo en aquellos sujetos que tienen el sistema inmunitario muy deprimido, como en pacientes con SIDA, trasplantados, etc. Por ello, si estamos sanos, el convivir con un perro que padezca la enfermedad no supone para nosotros un riesgo de contagio