Los animales han conquistado todos los hábitats del planeta, incluso los más duros. Éste es el caso del bellísimo zorro ártico, un animal que vive en las regiones más frías y desérticas del norte de Europa, del Norte de Asia y de Norteamérica. Para vivir en estas condiciones y no morir congelado, el zorro ártico ha desarrollado una serie de adaptaciones a este medio tan hostil.
Sus orejas son pequeñas y redondeadas, para evitar la pérdida de calor corporal por ellas. Sus patas son cortas también para que no queden demasiado desprotegidas y todo su cuerpo está cubierto por un pelaje denso y tupido que le protege de las bajas temperaturas. Durante el verano, cuando la nieve escasea, su pelaje se vuelve pardo y sólo es blanco por el vientre.
Con la llegada del invierno, sin embargo, y con el objetivo de camuflarse perfectamente entre la nieve, todo su pelaje se vuelve completamente blanco, lo que le permite escapar de los ataques de los osos polares y de las aves rapaces, sus principales depredadores. Su cola también es larga y tupida y, cuando se tumba, la enrolla alrededor del cuerpo para conservar su calor.
Su dieta principal está formada por lemmings, roedores, pequeñas aves y peces, así como pequeños mamíferos marinos. Cuando no encuentran comida, pueden volverse carroñeros, y no resultar raro verlos seguir a los osos polares para alimentarse de las sobras que éstos dejan.
La hembra puede tener entre dos y doce cachorros en cada camada, y aunque habitualmente sólo tiene una al año, cuando la comida es abundante, puede llegar a tener dos, una en mayo y otra en agosto. Usualmente viven en parejas, aunque también pueden hacerlo en grupos formados por parejas junto con otros adultos.